Jero Romero actuó el pasado viernes 27 de febrero en la sala
Stereo, pero a esa actuación no se la puede etiquetar como “concierto”. Porque
hay conciertos que no son conciertos. Hay conciertos que huelen a lágrimas
reprimidas. Hay conciertos que implantan nudos en las gargantas. Hay conciertos
que mandan impulsos eléctricos a los pies. Hay conciertos que no son conciertos,
que son manifestaciones de sentimientos, que son catarsis y explosiones, y eso
fue lo que ocurrió el viernes.
Por su puesto, también destacaron las más conocidas, las que
tienen asegurados los aplausos y los silbidos, no faltaron Las Leves, Correcto
y Devolverte. Todos los temas melancólicos fueron acompañados con la calma que
se merecen y los más activos con los saltos, bailes y movimientos rápidos de
guitarras que se exigen. Tras El Brazo los cinco músicos se despidieron, aunque
no les dio tiempo tan siquiera a despojarse de sus instrumentos cuando decidieron seguir con la actuación e interpretar Túmbate, Desinhibida y El As.
Pese a que la sala se encontraba hasta los topes, el
concierto fue íntimo y acogedor, a la calidez de los artistas se sumaban las
luces anaranjadas fijas, las alfombras en el suelo y la bonita ilustración de
Paula Bonet que adornaba la batería. La sala Stereo se convirtió en un hogar
lleno de luz, en una cena en casa con amigos en una noche de verano. Porque
aquello, repito, no fue un concierto.
Jero Romero seguirá la gira de presentación de su segundo
álbum, La Grieta, en los próximos meses por León, Pontevedra, Bilbao y Gandía
entre otras ciudades.
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